La televisión estaba sintonizada en un noticiero local de Corea. Un presentador de rostro cuadrado y los ojos rasgados daba las noticias.
—Ahora, pasando al siguiente titular, nos comunicamos con nuestra colega en Francia para hablar sobre la apertura del monumento a las víctimas de la Tragedia de Terraluna. —dijo el presentador, luego la imagen pasó a mostrar a una joven asiática.
A pesar del tiempo relativamente corto que he estado en Corea en la Oficina de Exoarqueología, me las había arreglado para aprender el idioma.
—Sí —dijo la reportera—, estamos en Orleans, frente al centro logístico de Insta-Trans, lugar donde no solo se coordinó la Red de Transporte Europea, sino también la construcción de Charlie, la Puerta de la Tierra, ahora inutilizada por la destrucción de su hermano en la Luna. Ya hace cinco años de que ocurrió la destrucción de la base lunar Terraluna por la colisión de un meteorito.

La cámara empezó a mostrar a la multitud de personas reunidas frente al edificio.
—Hoy, la empresa Insta-Trans va a inaugurar un monumento a las 193 víctimas de la Tragedia de Terraluna, como es conocida. Entre los fallecidos había dos ciudadanos surcoreanos que trabajaban como ingenieros de la base. Este acto es realizado en el sexto aniversario del suceso y en la primera celebración oficial del Día Internacional del Astronauta.
—¿Hoy también es el día del astronauta? —el presentador preguntó.
—Sí. En 2006 la Asamblea General de las Naciones Unidas decretó en su última resolución que en conmemoración de las víctimas de Terraluna y del todo el trabajo de quienes hicieron posible el viaje espacial, hoy, 8 de septiembre, sea declarado como Día Internacional del Astronauta; algo reconocido ya por muchos países globalmente.
Una sensación rara me invadió. Que hayan declarado ese día para recordar a todos los que murieron en Terraluna me hacía sentir… culpable. Culpa del sobreviviente, lo llaman.

Alguien llamó a la puerta de mi oficina, silencie la televisión mientras le decía que pasara. Era uno de mis asistentes, entró haciendo una reverencia. Venía a entregar el último informe sobre SCP-ES-191. Le agradecí y tomé el informe. El asistente se retiró después de cumplir con su trabajo. Sostuve el informe en mis manos unos momentos, suspiré y lo abrí. El documento no decía gran cosa, solo informaba que el evento Memorial había ocurrido normalmente y sin incidentes.
—Conejos de mierda —dije mientras una bilis negra subía por mi garganta.
El evento Memorial ocurría cada 7 de septiembre. En ese momento las instancias de -B se juntan para honrar a sus “caídos”. Ellos realizan como una danza ritual alrededor de sus rosales para luego juntarse en la cámara principal y presentar sus “respetos” a quienes murieron en Terraluna. Pero ellos solo honraban a sus caídos, quienes causaron la tragedia en primer lugar. El resto de víctimas, mis amigos y compañeros, no recibían nada. Eso me llenaba de rabia.
Aunque no quería, recordé a las 191 personas que murieron por su culpa: 180 en Terraluna y otras 11 que no lograron llegar hasta la Tierra. También a Nicholson, atrapado en una habitación acolchada para el resto de sus días. Y mis sueños plagados de imágenes y luces que no entendía y que me confinaban a donde la Fundación decía que debía estar. Estando tan contenido como una anomalía humanoide, pero con la libertad de moverse por la instalación y fingir que trabaja allí de manera voluntaria. Pero solo importaban las vidas de los putos 8 conejos que casi invocan al diablo e hicieron explotar Terraluna.

¿Y qué lograron? Convirtieron a Terraluna en unas ruinas paranormales, infestaron la Luna con monstruos anómalos, causaron un daño ecológico casi irreparable a la atmosfera lunar y detuvieron todo avance en el viaje espacial por años, si no décadas.
Odiaba a esos conejos espaciales con toda mi alma.
—Ahh —suspiré.
Tiré el informe sobre mi escritorio y me senté. Cada vez que llegaba este día, mis emociones tienden a desbordarme. Le devolví el sonido a la televisión. Ya habían revelado el monumento. Era una gran pared de concreto negro donde placas hechas de piedra extraída del propio suelo lunar colgaban con los 193 nombres de las víctimas de la Tragedia grabadas en ellas. Arriba de la pared, estaba exhibida la escultura de una nave espacial de vuelo permanente, hecha con el metal de las tres naves que imitaba: el Argonaut, el Tesla y el Galatica. Un monumento con un valor de varios millones. No se podía decir que Insta-Trans había reparado en gastos para la ocasión.
Un representante de Insta-Trans se puso frente a un podio y empezó a hablar sobre el dolor y las pérdidas sufridas por la Tragedia, el continuo compromiso de Insta-Trans con el desarrollo espacial y su promesa de que algún día la humanidad volverá a reclamar la Luna. Luego, el representante dejo que Michelle Durand, uno de los sobrevivientes de Terraluna, pasara a hablar.

支持

Ese nombre no me sonó conocido, aunque claramente no conocía a todo el personal que trabajaba en Terraluna. Solo conocía a los miembros de mi equipo y de los equipos con quienes más interactuaba. Haciendo memoria, recordé que un jefe de la parte de investigación del Sector Este era francés. Ese debía de ser él.
—Muchas gracias a todos por venir —empezó hablar Durand—. Mucho se ha hablado de nuestra perdida, de nuestro dolor, de la tristeza de quienes volvimos. Pero poco se habla del heroísmo y fuerza que mostraron quienes nos ayudaron a volver. De la doctora Elizabeth Winchester, quien logró socorrer a las decenas de heridos y de las últimas en abordar las naves de transporte. A los tripulantes del Galatica, quienes corrieron a ayudarnos y nos auxiliaron, quienes también decidieron quedarse en la Luna para dejar espacio a otros en la nave, aun cuando no sabían cuando volveríamos por ellos. Todos los ingenieros, técnicos y pilotos que lograron hacer que labores que tomaban semanas se hicieran en días, y trabajos que tomaban días, en horas. Todos ellos, que lograron lo imposible, más allá de su deber, para que nosotros pudiéramos volver a nuestros hogares, con nuestras familias e hijos. Quienes sacrificaron su cuerpo para que-

Apague la televisión, ya no quería seguir viendo. Mi corazón se llenó de culpa y tristeza. Culpa por haber ganado la lotería y sobrevivir al teletransporte, pero eso solo era la base de mi tristeza. La tristeza de haber perdido mi vida. De ser un hombre muerto, un hombre cuyo nombre era uno de los 193 que estaban grabados en esas placas.
Yo estaba muerto. No tenía familia, hogar o algo propio. Solo el nombre de un muerto que solo servía para identificarme en mi tarjeta de autorización y la placa de mi oficina.
Mi familia, mi esposa, mi hija… Alicia ya debería de tener 15 o 16 años ¿Se parecerá más a mí o a su madre? ¿Ella me reconocería? ¿Se acuerda siquiera de mí?

Tirado en mi silla, me perdí en mis pensamientos. Muchas veces la idea de escapar vino a mí, de huir de la Fundación, de lo paranormal, de la Luna e ir a México para poder verla, solo verla. Pero también mataba esos pensamientos cuando aparecían. Me decía que eso no era posible, que los muertos no podían volver como si nada. Que todo estaba mejor así, ellas seguramente ya habrán superado su duelo y avanzado en sus vidas, y que debía de enfocarme en mi deber, en mi trabajo para mantener la paz del mundo corriente, lejos de los horrores paranormales. Pero aun así…
Me pare para abandonar esa oficina que me asfixiaba. Lo mejor era hacer otra cosa y dejar este día pasar. De todos modos, tenía mucho trabajo que hacer. Ruinas alienígenas y la Luna en llamas me aguardaban junto con los investigadores y agentes a la espera de indicaciones.
Salí de mi oficina y mis pensamientos volvieron a enfocarse en el trabajo, como debe ser.

什么鸟语

怎么又没人了？看见你们文学素养如此之低我感到心寒

电视上播放了韩国当地的新闻节目。一个方方面面、眼睛被撕裂的主持人宣布了这个消息。
-现在，转到下一个标题，我们与我们在法国的同事联系，讨论Terraluna悲剧受害者纪念碑的开放。-主持人说，然后画面切换到一个年轻的亚洲女孩。
虽然我在韩国的时间相对较短，但我还是设法学会了这门语言。
“是的，”记者说，“我们现在在奥尔良，在Insta-Trans物流中心的对面，这里不仅协调了欧洲的运输网络，还协调了查理的建设，查理是地球的大门，现在由于他在月球上的兄弟的毁灭而无法使用。”自从一颗陨石撞击地球月球基地被摧毁以来，已经过去了五年。

写蚯蚓一样的东西，中文不会写啦？

中国人不写洋文